Saturday, September 24, 2005
Thursday, September 22, 2005
WD40
Yo recuerdo cuando no sabía quién era Pink Floyd y que la caida del muro fue importante para mí por razones político-sociales muy ajenas a tan apoteósico concierto llevado a cabo por esta banda que se convirtió en mi favorita algunos años antes del primer martillazo sobre el muro. Recuerdo el año en que murió Borges, porque fue el año en que ya me había decidido visitarlo en Argentina. Siempre viví en esta esfera donde la realidad algunas veces explota mi derredor como pompa de jabón y me deja desnuda. Entre las muchas cosas que desconozco son las razones de los demás, como la del juguete que se negó a regalarme sus pilas y se murió cantando una extraña canción hasta que no tuvo fuerzas. Sin importar el 3-IN-ONE que se le puso en la rosca, sin importar que la rosca quedó plana de tanto darle con el destornillador, sin importar que Máximo José a partir de su negativa no volvió a hacerle caso, sin importar que para Julián Arturo nunca tuvo atractivo alguno; aigaiguliguliuaca era la tonada que cantó estremeciéndose en su último esfuerzo por ser un personaje atractivo. Aigaiguli cantó muchísimo y cuando terminó, la realidad explotó a mi derredor por enésima vez.
Tuesday, September 13, 2005
Luis Arturo
se ocupa de cambiarse para brillar entre las chicas. Finalmente es fin de semana. Se alisa el pelo con gelatina, se pone la camisa y se abre el botón de arriba, para no parecer tan serio. Sale de bonche, como decimos en dominicana, y se preocupa de disfrutar hasta que el sueño y el aburrimiento lo vencen y decide regresar a casa. Son las 3 de la madrugada. Como siempre, abre la puerta del portón con la llave y, como siempre, ve al guachimán durmiendo.
"A éste no lo conozco", piensa y se quilla porque cambian tan de seguido a los hombres. Ya él se había hecho pana de Aguirre, el anterior, y le jode la paciencia que ya no tiene con quien tripiar en el parqueo. Cruza la verja y el guachimán le apunta por el susto de que lo despertaran.
"Hey, viejo -dice Luis Arturo levantando los brazos- Yo vivo aquí, en el 7B. Yo vivo aquí." El corazón medio se le acelera, pero confia en que es un sustito temporal. "Señor, yo vivo aquí, llame para que vea". No camina esperando que el hombre se decida a hacer o decir cualquier cosa. Lo último que siente son los culatazos que vinieron en un solo golpe de odio, después de los cinco rugidos del cañón.
NEGRO
TODO ES NEGRO
Luis Arturo FINALMENTE se despierta después de varios días en coma y siente que su cuerpo entero es un solo dolor. La mano izquierda perforada y todos los órganos bautizados de pólvora no son el motivo de su llanto. Pero llora durante un día completo sin poder detenerse. Lucy (mamá) le pregunta, "Por favor, porqué es que tú lloras, mi amor". Cuando finalmente le responde lo hace de cansancio de llorar tanto y antes de volver a dormirse porque tiene taaanto sueño: "Ay, mami, es que me acuerdo de cómo fue que pasó".
Luis Arturo es un joven real, hijo de Lucy Caamaño y de Guaroa Noboa, amigos nuestros. Uno de los pocos jóvenes correctos y amables que quedan. Hoy se encuentra en rehabilitación porque el guachimán del edificio donde vive, en vez de confirmar de alguna manera la autenticidad de la información, decidió darle cinco tiros para después caerle a culatazos. El guachimán está preso hasta la causa. No importa, todo está bien, la policía ahora resolverá el caso desde la Harley.
Las niñas no lloran
Anoche vi a mami y me di cuenta. Los recursos nunca le faltaron aunque sí el peso. Las alertas le llegaban diario de que el tiempo es la lepra y la raquiña y que para subsistir había que endeudarse ocasionalmente cumpliendo con el lema de que nadie se te queje y de nunca hacer lo malo. Mi mamá, la mujer más digna de todas, tiene más pelotas que ningún hombre. Jugó a ser el sustento económico, moral y espiritual de dos muchachitas a las que les había mal elegido un papá extranjero en un país donde eso equivale a algo parecido a una vejiga de helio, porque tan inflado de nada como está y el único camino que le traza la sociedad es hacia arriba.
Anoche ví a mami y me entró una felicidad inusual por dentro. Recordé los Hush Puppies en especial que me compró con sudores para que los llevara orgullosa el último año de escuela y sus comentarios de que eran muy buenos y lindos. Recordé que estaban en especial porque nadie quería usarlos y que me los puse con un suspiro pensando que era lo único que me había podido comprar y que debía agradecer a Dios porque mi mami había hecho su gran esfuerzo y al menos tenía zapatos. A ella, le elogié tan maravillosa adquisición. Recordé el primer día de colegio cuando una niña más pequeña me tocó el hombro y me dijo que mis zapatos estaban botando algo raro y, al voltearme, ví un camino de bolitas de melcocha del mismo color que la gorda suela de mis honorables cubre pies. Efectivamente, la suela se iba en pelotas. Al cabo de dos días, mis dedos ya besaban el patio del Colegio Santo Domingo y se contaban -piso, dedos y plantas- sus más íntimos secretos llenos de polvo rojo y piedritas. Recuerdo que llegué a casa y me colé al patio donde quedaron abandonados algunos materiales de la fábrica de zapatos que quebró. Me hice un par de suelas extrañísimas con una chaveta, encolando suela sobre suela para que parecieran las originales y que nunca más tuve problemas con los zapatos salvo por alguna cementada adicional que les hiciera. Y aunque creo que mi mamá se enteró (porque mami siempre estaba enterada de todo), bien se hizo la desentendida y jamás hizo un comentario de los zapatos, jamás los miró. E imagino que nunca pudimos hablar de eso, nosotras que siempre podemos hablar cualquier cosa y esos Hush Puppies seguían estando ahí para cuando el colegio se había terminado y nos graduábamos de la vida, mami y yo.
Fecha: 25 de diciembre del 1994.
Playazo
Playa Bonita tuvo el descaro de tragarse mis lentes de sol nuevos, con lo que me cuesta encontrar unos lentes que disimulen mi nariz de frononón y pienso que en verdad no me importó nada que la ola se los llevara porque me trajo todos los recuerdos de mí en bikini en la misma playa que ahora... bajando de un caballo de renta como amazona, con el viento erosionándome la frente… con los que me deseaban babeando protegidos por sus carísimos lentes oscuros, trago en mano, igualito a un comercial de TV. Hombres atléticos y hermoseados porque la ropa que llevan les sienta y es perfecta, hombres que juegan polo y golf y que llegaron hasta Portillo primero porque vinieron en avioneta y duraron un ratito buscando un vehículo de alquiler, sin chofer, para sentirse en control. Hombres que se plantaron en la playa y su presencia opacó el sol. Exhibiendo torsos cuadriculados del Body Shop; cuyo hermoso ejemplar en la muñeca les dice la hora aunque la playa esté muy caliente, aunque estén en mar profundo; manos suaves y arregladas, pelo de corte impecable, agrupados alrededor de un 4 wheel o en la espalda de una lancha de muchos pies, mirando hacia abajo, como si fuera el hoyo 18 y celebraran una victoria que me resulta sosa, hombres que no me gritan ni una palabra pero me mandan un lo-que-sea-que-yo-esté-bebiendo con un mozo y una notita agradable, que lleva encubierta alguna súplica, alguna desesperada existencia. Y que cuando te volteas, si te volteas, levantan su trago sonrientes, esperando que aceptes y le indiques cuándo, también sonriente. Hombres de Jaguar y Mercedes Benz y desayunos en Marocha; hombres de altos negocios, vitalizados por una cuenta corriente que no conoce menos de siete cifras altas, hombres que llenan sus agendas con los números de cuanta mujer en bikini en Playa Bonita o en South Beach o en los otros paradisíacos lugares que visitan a menudo les haya aceptado una bebida, o una comida, o una conversación impersonal que parece muy íntima. Y de repente te das cuenta de que el sol te calcina pero a estos hombres no les sale una gota de sudor, porque estos hombres no sudan; en cambio, si te acercaras, descubrirías que exudan un olorcito leve parecido a un perfume que te hace preguntarte si es el resultado de un jabón o loción de afeitar y que de cualquier manera no importa porque la botella debe costar un sueldo entero, o quizás dos.
Y recuerdo además la repetición de este instante en Neptuno´s, en el Boca Marina, en Aura, en Minitas, en la Marina, en Miami, en Ibiza, en Palmar de Ocoa, este instante con olor a caballo en Jarabacoa, en Génesis, en Punta Cana, en Bávaro, este instante con olor a café en Nueva York, en Paris, en Madrid, en Florencia, en Chicago, en Santo Domingo...cuando envuelta en todo el frescor de una juventud sin desperdicios, con el reflejo de una hermosura que nadie entiende, volteaba mi mirada hacia el mozo y con educada voz le respondía... dígale al señor que muchas gracias pero que estoy acompañada. Y sonreirme a mí misma de contento, de una felicidad sin altanería porque lo que me atrae no viene envuelto ni cuesta dinero y aún cuando estoy sentada y nadie está a mi lado, me acompaña toda Laura, toda vida, toda inmateria, todo Dios.
Thursday, September 08, 2005
Santiago
Los leones marinos nadaban en su estanque de agua verde que te quiero verde. Yo, en la embajada, era una sombra en V mirando hacia los pies y de paso los besé, porque sus pies eran alados, como los de Prometeo, y me trajeron el fuego.
Caminé por el caminito achatado que llevaba a la Facultad de Letras y me senté en medio para que el tropel de césped alrededor me abrazara en verde. Cerré los ojos y miré encima de mi cabeza, en el ángulo exacto en que mis ojos se alinean con el sol del mediodía y éste lo hace con mi médula espinal, un viejo truco de Kéops. Ahí estaba. Un Santiago perfecto acompañado de una Pascua perfecta, con sus filas infinitas de tótems. Una ciudad perfecta que entiende la metodología de mi pensamiento y lee los libros que leo sin instigación de mi parte. Nunca nos los comentamos (los libros) porque nos dedicamos a la adoración mutua que tiene leguas y leguas de distancia acortada únicamente por la proximidad del alma y de la tecnología hasta parecer que nunca hemos estado sin el otro.
Bajó hasta la Patagonia y resbaló por la línea imaginaria que sostiene el mundo y que sobresale por los Polos. Allí, acompañado de sus leones, se colgó la esfera mundana a la espalda y desde entonces me lleva por ahí. Porque la única persona a la que lleva, en todo el planeta, es a mí. A los demás sólo les dá un aventón.
Nota: Relato de un sueño con la ciudad de Chile. Imagino que sólo yo entenderé esta publicación.
Corteza de Ochenta Años
Maximino era corteza de ochenta años cuando yo apenas reverdecía como tallo recién brotado. Sus manos tienen cierto aspecto de rama fuerte, con esas venas brotadas de salvia. Y el mazo que empuña sobre su arte lleva su nombre y despliega su rabia y su hermosa candidez y su ingenio y desprende figuras hermosas de un simple pedazo de sí. Maravillado ante la vida, no entiende que hace muchos años es árbol y tiene más anillos que el manzano de su patio y se porta como una hierbita que otea el cielo esperando una llovizna de verano, para ver a la tierra chapotear a su derredor y refrescarse la verdísima cara. Cierra los ojos como si le pesaran para abrirlos a su fantasía interior donde él es un niño y recibe su regalo de navidad que se convertirá en su pasatiempo infinito y aunque todavía no lo sabe, el corazón le dió un vuelco. Por que así sucede cuando te enteras con tu perfecta intuición.
Maximino es tallo recién brotado mientras yo lo miro en mi corteza de ochenta años.