Familia Ortiz Díaz

Monday, October 08, 2007

De nada, fulano

Yo hubiese querido entregarte Alejandría, fulano. Entrarla toda en un chip, sumarle estos tantos siglos de páginas y páginas, que tu cerebro le fuera compatible a esa tecnología y sentarme frente a tí como hasta ahora no se ha podido: a conversar de verdad. Es un deleite genuino escucharte con todas tus inflexiones de voz, siempre me sorprenden el tono y el timbre porque son muy agradables, además de la sustancia; pero es una lástima que no he aprendido el arte de conversar. Esas son las verdaderas intenciones. Así que comprenderás que estuve muy lejos de atinarle a mis intenciones. A veces quiero que el mundo las materialice todas, como de porrazo, y que nunca regrese a su eje, dejándome por una vez realmente satisfecha.

La verdad es que salí con la idea de comprarte una memoria para la cámara, para que nos deleitaras con más imágenes de esas que has procesado, o un lente o un filtro; algo así, (ay, si existiera un procesador de pensamientos al tiempo en que se dispara tu obturador: ¡yo sería la primera en comprarlo!) pero tuve que detenerme antes en una librería y me deshice de mi pensamiento inicial al encontrarme de reojo con Pamuk, a través del cual creo haber visto un poquito de ti. No he tenido el placer de sentarme a solas con toda su extensión, pero las pocas líneas salteadas suyas que he leido antes que ahora me lucen un poco al ambiente que crea Kipling, no así el lenguaje, y si sus estancias son remotamente similares, sé que me gustará.

Tus cariátides, con perfiles indispuestos, llenas de viento, cargadas como marchantas o aguateras, cuelgan a la entrada de mi casa; después de la puerta a la derecha, para que todo el que venga, se deleite. Una idea que me dió Máximo es buscarle un lugar en la misma sala, aunque no le he encontrado. A Máximo creo que le enterneció tu foto o el gesto, todavía no sé cuál o si ambos.

“Los cinco lenguajes del amor” es literatura coquito. No me gusta la literatura coquito pero la compro porque he tenido que aprender a ser persona. Es que “Estambul” estaba solo y me vino a la cabeza esa vez en que te sentí con el corazón roto, aunque muy disimulado por tu diplomacia, y supe que cualquier pérdida que tuvieras, incluyendo esa pasada, me dolería personalmente; lo mismo que me alegra tu sanidad cardíaca actual, espero que ella te ame de la misma manera en que tú a ella, me parece que te lo mereces [Me sorprende el hecho de que me creo que te conozco, como si de verdad lo hiciera, y que te trato de esta manera, como si fueras un íntimo, para luego andarte pidiendo disculpas por el atrevimiento ¡Total que nunca sé si mis excesos para contigo han sido borrados o meramente diplomatizados! Lo peor es que de ninguna manera eso cambia la impresión de que me creo que te conozco y de que, inevitablemente, te trataré con la misma intimidad no provocada. Sí, ya sé, ¡qué rara soy y muy fresca contigo! Dejaré de disculparme por ello en el futuro]. Así que la cuasi-novela rosa se coló sin darme explicaciones y dejé que ese libro invadiera mi compra. No sé si le encontrarás utilidad alguna.

Dahl es como Carroll, un bestia filtrado en literatura para niños. No sé qué tal esos cuentos, pero he leido otros, incluyendo el famoso chocolatado, que me han dejado pensando mucho en la naturaleza humana en su forma básica, sin atavíos. En la gente desnuda de poses. Hasta me gusta su uso del ridículo o del absurdo, porque es inteligente. Dahl me sorprende como las “Matemáticas Dementes” de Carroll.

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