Azul Bolita
Llegamos del otro lado del puente, tardan en abrir la puerta, aunque sea eléctrica. Ahí dentro hay de todo: una oficina, un hogar, una viejecita de 101 años a la que bañan y dan de comer cada día y que conserva un tino exquisito. Unas gentes de barrio que cuidan a la viejecita y se aprovechan mudando a la familia entera. Una señora-como-pocas y un hombre que poncha diario aunque vive lejos.
Todos los días, sin importar su ánimo, su negocio crece porque él no deja de ponchar, aunque sea domingo, aunque lleve una venda por la cirugía y haya que cambiarle la gasa cada media hora enchumbada de sanguaza. Aunque haya que pensar en buscar otra línea de crédito porque sus ambiciones son más grandes que su espacio vital. El consigue el dinero y prosigue a otra ambición. Y cumple. Y cumple. Nunca ha quedado mal. Y su palabra es honorable. Y nunca se dá cuenta de lo que pasa entre las personas de barrio, aunque las saluda a diario, porque le espera la nómina, la línea, la hora.
Son dos casas colocadas en "L". Una pequeña y una mediana. Una oficina que arropa la cabeza de la casa mediana y le deja un lado calvo. Hay una piscina donde las dos casas confluyen, únicamente con el agua que ha caido en estos días y que se ha reparado dos veces en seis años pero que nadie usa. Alrededor tiene un alto muro peinado de alambre contra robos. Ese muro lleva el mismo estilo que Santa, cuando Elizabeth le hace rolos. Al lado hay un solar abandonado con de todo. Menciónalo y lo tiene. De todo. Las personas del vecindario echan allí la basura.
Samuel sale con el pene afuera y una camisetica. De las gentes de barrio, una es la madre de Samuel que es hija de la que verdaderamente cuida a la viejecita, Delia. Esa tiene una hija un año mayor que Samuel, que a veces anda en panties y sin ropas y Delia la deja andar así entre todos los hombres que están empleados en el negocio, que la ponen a bailar pero después se avergüenzan, o se hacen los avergonzados porque yo voy pasando.
La mamá de Samuel ha parido otro hijo al que adora y le dá muchos golpes a Samuel cuando se acerca al bebé o cuando está comiendo un pan y tiene mantequilla en las manos y la boca engrasá. La mamá de Samuel se pone un bajimama aunque su barriga no se haya reducido y todavía parezca embarazada, como Barriga Verde con faldas, y no habla, pero si se acerca a Samuel, le pega un pellizco. Uno se dá cuenta porque el niño sale disparado llorando, pero no por la cara de ella, que es inmóvil y parece de virgen. Ella camina despacio arrastrando los piés, impulsada por una leve sonrisa y se queda mirando al bebé nuevo con cara de loca y, sin importar lo que nadie le diga, lo sigue dejando en la cama solo. Y el bebé ya se mueve y se ríe un montón y el bebé es idéntico a Samuelito.
Ví a Delia agarrar a Nahyeli porque tenía rabia y se le habían acabado los cigarrillos. La metió en un tanque de agua. Eso fué cuando llegó al trabajo. La niña era chiquitita y se hundía porque no daba pié, para luego sacarla sin aliento y sobarla con una correa. Le llamé la policía ahí mismito y la amenacé como si yo también fuera de barrio, para que no lo hiciera de nuevo.
Mis niños juegan con Samuel y Nahyeli, pero hoy le andan corriendo, dicen que Samuel hiede mucho. Yo no entiendo hasta que se acerca. Es insoportable el olor. Le han puesto un brazalete de trapo que está lleno de ajos.
-Pero yo le dí los desparasitantes que le mandó mi pediatra, ¿usted no se los dió?- Le pregunto
- Sí, pero esas son pendejadas de médico, porque el ajo es lo que no deja que los gusanos le salgan por la boca.
A Nahyeli la inscribió la señora-como-pocas en el colegio porque le daba pena ver a la niña sin hacer nada un día entero, más que sentarse en las piernas de esos hombres. La semana pasada faltó tres veces, por comodidad de Delia, que si había huelga, pero el colegio queda en la esquina; que si estaba lloviendo, pero el colegio queda a una esquina; que si la niña tiene tos, pero ella está jugando y el colegio queda en la esquina. La señora-como-pocas está furiosa. Es que sus nietos van al colegio aunque haya huelga, aunque esté lloviendo, aunque tengan gripe. Delia dice que el colegio no es tan importante, que lo único que quiere es que, eso sí, que termine de aprender a leer.
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