A su Alteza Real. Mi amor.
¡Que todos queden quietos!
Aquí viene.
Disfrazado de valiente,
empuñándome en la mano.
Que todo habitante,
escucha,
trabajador honrado
diga en voz alta
¡Viva el Rey de la Ciudad Sagrada de Laura!
Levantando el puño
o con las dos manos
exhiba respeto,
pleitesía fiel.
Que tu diamante
brille
como brilla el mío,
también.
Y que vengas cada día,
aquí mismo, al castillo que te he erigido.
A escuchar mis palabras...
sólo porque no puedes vivir sin Laura.
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