Familia Ortiz Díaz

Friday, November 10, 2006

A veces me muero por dentro

y se lo debo a la gran tristeza de ver a los pseudo-amigos cruzar rápido sin saludar ni siquiera por respeto propio. La gente va tan rápido matando a los demás, sin pistolas ni balas. Como el señor que vino en vía contraria y se parqueó frente a mí disparándome insultos sin razón e innecesarios. Yo, en vía correcta, doy reversa y lo dejo pasar porque el mundo se intoxica si le respondo. Recuerdo a la señora inmensa que le gritó a mis hijos, que van felices saludando el mundo, cosas que no se les dice tampoco a los adultos.

A veces me rio por dentro al ver que los niños reconocen a todo el mundo y pasan gritando de contento, moviendo sus manitas en gesto amistoso. Reconocen a la señora que limpia en el colegio, al portero, al amiguito que le tiró piedras pero ya se les olvidó, reconocen a los amigos de los padres y a todo el que conocen, y de paso saludan a los que no conocen, sólo por la aventura de la alegría.

A veces soy como los niños y me entusiasmo con la vida y voy saludando a todos los que conozco y a los que no conozco también. Y me siento tan feliz por dentro hasta que me convierto en adulta y me duele que nadie me haya devuelto el saludo.

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